El cuerpo etérico es un potente receptor de las impresiones impartidas a la conciencia humana por intermedio de los centros ya despiertos. No existe, por ejemplo, verdadera clarividencia hasta que el plexo solar y el centro ajna hayan despertado. Estas impresiones e informaciones trasmitidas se convierten en el incentivo por el cual se inicia la actividad consciente.
Hay muchas maneras de describir estas fuerzas y sus efectos actuantes: impulsos, incentivos, influencias, potencias, deseos, aspiraciones y muchos otros términos que sólo son sinónimos de fuerza o energía, impartiendo así la misma idea general. Todas estas palabras se refieren a formas de actividad del cuerpo etérico, pero sólo cuando las registra el cuerpo físico y actúan bajo su impresión. Todo el tema de la fuerza motivadora es de gran interés.
Sin embargo, la vastedad del asunto es tan real que sólo poco a poco la humanidad podrá captar la situación y llegar a comprender que el hombre es esencialmente (a través de su cuerpo etérico) parte integrante de un Todo grande y vibrante; únicamente con el tiempo aprenderá que por el proceso de la evolución puede registrar las diferentes zonas de expresión divina.
Sólo cuando el cuerpo etérico es impelido a la actividad por la influencia de las “fuerzas plasmada” del alma, de la mente, y temporariamente del cuerpo astral, y a través de ellas, puede el hombre llegar a ser consciente de todos los mundos, de cada fenómeno y estado de conciencia, y así lograr esa omniciencia que es el derecho de primogenitura de todos los hijos de Dios.
De: "Reflexionen sobre esto" - Alice A. Bailey
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