Por Alice A. Bailey
Para
quienes luchan, perseveran y se esfuerzan, la alegría es múltiple cuando llega
la materialización. El contraste causa alegría, pues conociendo el pasado de
tinieblas, gozarán en la luz de la fructificación y poseerán la alegría del
compañerismo experimentado y probado; los años habrán demostrado quiénes son
los asociados elegidos, y en la comunidad del sufrimiento se fortalecerá el
vínculo; la alegría de la paz después de la victoria será suya; para el cansado
guerrero los frutos de la realización y el descanso son doblemente dulces;
obtendrán la alegría de participar en el plan de los Maestros, y será correcto
todo aquello que los asocie a Ellos más estrechamente; la alegría de haber
ayudado a consolar a un mundo necesitado, de haber llevado luz a las almas
ensombrecidas, de haber curado en alguna medida las Hagas del sufrimiento del
mundo, les pertenecerá, y tener conciencia de haber empleado bien los días y
recibir la gratitud de las almas salvadas, trae la mayor de todas las alegrías ‑
la que experimenta un Maestro cuando sabe que ha contribuido a elevar a un
hermano un poco más en la escala de evolución.
Esta
alegría les aguarda a ustedes, y no está muy lejana. De manera que, no trabajen
para la alegría, sino hacia ella; no por la recompensa, sino por la necesidad
interna de ayudar; no por la gratitud, sino por el impulso que sobreviene al
percibir la visión y comprender la parte que les corresponde desempeñar para
traer esa visión a la tierra.
Ayudará
mucho saber diferenciar entre la felicidad, la alegría y la bienaventuranza:
Primero, la felicidad
tiene su asiento en las emociones y es una reacción de la personalidad.
Segundo, la alegría es
una cualidad del alma, sentida mentalmente cuando se efectúa el alineamiento.
Tercero,
la beatitud es la naturaleza del
espíritu, sobre lo cual es inútil hacer conjeturas, hasta que el alma se de
cuenta de su unicidad con el Padre. Esta comprensión viene después de una etapa
anterior, en la que el yo personal se unifica con el alma. Por lo tanto, la
especulación y el análisis, respecto a la naturaleza de la beatitud, no son de
ningún beneficio para el hombre común, cuyas metáforas y terminología tienen
por fuerza que ser personales y están relacionadas con el mundo de los
sentidos. ¿El aspirante se refiere a su felicidad o a su alegría? Si es a esta
última, debe ser efecto de la conciencia y solidaridad grupales, de la unicidad
con todos los seres y, después de todo, no puede ser interpretado en términos
de felicidad. La felicidad llega cuando la personalidad cumple con esas
condiciones que satisfacen una u otra parte de su naturaleza inferior; cuando
se experimenta una sensación de bienestar físico, contentamiento con su propio
medio ambiente, con las personas que lo rodean o con las oportunidades y
contactos mentales. La felicidad constituye la meta del yo separado.
Sin
embargo, cuando tratamos de vivir como almas, no tenemos en cuenta la
satisfacción del hombre inferior, sentimos alegría en nuestras relaciones
grupales y en esas condiciones que conducen a una mejor expresión de las almas
de aquellos con quienes nos ponemos en contacto. El hecho de aportar alegría a
otros, a fin de producir condiciones mediante las cuales puedan expresarse
mejor, podrá tener un efecto físico cuando tratamos de mejorar sus condiciones
materiales, o un efecto emocional cuando nuestra presencia les trae paz y los
eleva, o un resultado intelectual cuando los estimulamos a pensar clara y
comprensivamente. Pero en nosotros su efecto es de alegría por haber sido
altruista y desinteresada nuestra acción y no depende de las circunstancias o
estado social del aspirante. Se renuncia forzosamente a gran parte de la
felicidad cuando la salud es mala, el medio ambiente difícil y el "karma
acumulado durante muchas vidas" agobia, o cuando las dificultades de la
familia, nación o raza, pesan sobre la personalidad sensible. No debe
confundirse la alegría con la felicidad de la juventud o la satisfacción autocentrada
de la persona egoísta o insensible, que se oculta detrás de sus deseos.
Parece
una trivialidad y una paradoja ocultista decir que en medio de una profunda
aflicción y desgracia de la personalidad, se puede conocer y sentir la alegría
del alma. Sin embargo es así, y tal debe ser la meta del estudiante.
De:
Tratado sobre Magia Blanca, Ed. Kier, págs. 268/70
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