Por Teodoro Klostenmayer
Si hay un símbolo que es
rudimentario y natural, es la piedra en bruto, un elemento que llama a la
reflexión desde el momento que se tiene noción de la existencia de la Masonería,
pues aparece siempre, está allí frente al mundo para pedirle que haga de ella
un cubo, una figura perfecta, una pirámide, una escultura.
En la noche de los tiempos,
cuando la historia no había sido escrita por esta humanidad, los hombres sabían
el arte de convertir las rocas en pastas moldeables y así, construyeron megalíticos
monumentos por todas partes, en todos los reinos y embellecieron paisajes que
hoy los geólogos, arqueólogos y antropólogos denominan como “esculpidos por las
fuerzas de la naturaleza”; obviamente que algunos sí, pero la mayoría de esas
estructuras maravillosas y llenas de colores vivaces por los diferentes
minerales distribuidos de maneras armónicas, pertenecen a hechos humanos, claro
está, de la humanidad que habitó en períodos pre-diluvianos.
Así como ellos lograron hacer de
las rocas, por sobre todo el granito, la andesita y el mármol, edificaciones
sin parangón, la tarea que le corresponde a esta humanidad es superar el
sentido estético externo de la roca y derivarlo a un sentido interno, por eso
el lema: sabiduría – fuerza – belleza, donde con sabiduría aplicamos la fuerza
que hará emerger del interior de la roca el más bello diamante que pueda haber
existido.
El trabajo llama a la reflexión y
la reflexión a la introspección. Entonces, trabajo – reflexión – introspección son
tres palabras que han de ser tenidas en cuenta a la hora de comenzar la vida
espiritual.
Hay dos senderos que pueden ser
tomados para pulir la piedra en bruto:
a) El sendero de la naturaleza,
que es muy lento y lleva eones de tiempo, posando la roca en el río, a la
orilla del mar, a la intemperie bajo el efecto de las lluvias, el viento y el
andar presuroso o tranquilo de los animales;
b) El impulso creador que
comprende que la evolución humana siempre ha requerido de esfuerzo, perseverancia
y arrojo al momento de cumplir con el plan diseñado por los Grandes Seres.
La Gran Obra nos espera y espera
del aporte de cada uno de nosotros para erigir el templo espiritual tan ansiado
por todos y solo con trabajo – reflexión – introspección, sabiduría – fuerza – belleza
y esfuerzo – perseverancia – arrojo, lograremos ver brillar las gemas que reflejarán
la luz que cada uno de nosotros emitirá cuando la tarea se haya cumplido.
Que así sea.
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