lunes, 19 de noviembre de 2018

La piedra en bruto como base en la espiritualidad de todos los tiempos



Por Teodoro Klostenmayer

Si hay un símbolo que es rudimentario y natural, es la piedra en bruto, un elemento que llama a la reflexión desde el momento que se tiene noción de la existencia de la Masonería, pues aparece siempre, está allí frente al mundo para pedirle que haga de ella un cubo, una figura perfecta, una pirámide, una escultura.

En la noche de los tiempos, cuando la historia no había sido escrita por esta humanidad, los hombres sabían el arte de convertir las rocas en pastas moldeables y así, construyeron megalíticos monumentos por todas partes, en todos los reinos y embellecieron paisajes que hoy los geólogos, arqueólogos y antropólogos denominan como “esculpidos por las fuerzas de la naturaleza”; obviamente que algunos sí, pero la mayoría de esas estructuras maravillosas y llenas de colores vivaces por los diferentes minerales distribuidos de maneras armónicas, pertenecen a hechos humanos, claro está, de la humanidad que habitó en períodos pre-diluvianos.


Así como ellos lograron hacer de las rocas, por sobre todo el granito, la andesita y el mármol, edificaciones sin parangón, la tarea que le corresponde a esta humanidad es superar el sentido estético externo de la roca y derivarlo a un sentido interno, por eso el lema: sabiduría – fuerza – belleza, donde con sabiduría aplicamos la fuerza que hará emerger del interior de la roca el más bello diamante que pueda haber existido.

El trabajo llama a la reflexión y la reflexión a la introspección. Entonces, trabajo – reflexión – introspección son tres palabras que han de ser tenidas en cuenta a la hora de comenzar la vida espiritual.

Hay dos senderos que pueden ser tomados para pulir la piedra en bruto:

a) El sendero de la naturaleza, que es muy lento y lleva eones de tiempo, posando la roca en el río, a la orilla del mar, a la intemperie bajo el efecto de las lluvias, el viento y el andar presuroso o tranquilo de los animales;

b) El impulso creador que comprende que la evolución humana siempre ha requerido de esfuerzo, perseverancia y arrojo al momento de cumplir con el plan diseñado por los Grandes Seres.


La Gran Obra nos espera y espera del aporte de cada uno de nosotros para erigir el templo espiritual tan ansiado por todos y solo con trabajo – reflexión – introspección, sabiduría – fuerza – belleza y esfuerzo – perseverancia – arrojo, lograremos ver brillar las gemas que reflejarán la luz que cada uno de nosotros emitirá cuando la tarea se haya cumplido.

Que así sea.

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