domingo, 14 de enero de 2018

La Constitución del hombre

Por: Frida Ágata Saint-Martin de Fox Talbot (Oma Frida)

El ser humano es un complejo compuesto de diferentes tipos de materia en múltiples grados de vibración. Esta característica, hace de él un ser particular dentro de la evolución planetaria; ancla en sí mismo un punto de conflicto en su conciencia que, sólo con mayor luz se irá disipando.

En principio vamos a analizar al cuerpo físico: este cuerpo es cuádruple en su esencia, pues en él se manifiestan los cuatro elementos de la Naturaleza: tierra – agua – aire – fuego, y a su vez es trino, ya que también están presentes en él los tres reinos de la Naturaleza: mineral, vegetal y animal, de ahí que le llamemos también “cuerpo denso”.


Analizaremos ahora el cuerpo etérico: es el molde del cuerpo físico y por él circulan fuerzas que son enfocadas por la mente. Su aspecto es el de una trama o un tejido de fuerzas circulantes y es el vehículo del prana. En este cuerpo actúan los vórtices energéticos llamados chakras, cuya contraparte en el cuerpo físico son los órganos.

Veamos el cuerpo emocional: este es el cuerpo más vulnerable a los cambios que se dan en las situaciones de la vida cotidiana. Así como el cuerpo físico nos indica, por ejemplo, la temperatura del medio ambiente y sentimos frío o calor, el cuerpo astral o emocional es sensible a los acontecimientos sociales. En él, luchan fuerzas antagónicas que se repelen y atraen, haciendo de este cuerpo un símil de las aguas, oscilantes o calmas, según los impactos propios o extraños.


Como punto intermedio entre el cuerpo emocional y mental, que analizaremos a posteriori, nos encontramos con el aspecto kama-manásico o emoción-mente, que se revela cuando el cuerpo mental no está en pleno funcionamiento y las emociones juegan un rol preponderante en la vida de la personalidad. Digamos que el pensador está marcado por una potente actividad astral-emocional.

Llegamos al cuerpo mental: su característica sobresaliente es su dualidad, teniendo entonces un aspecto inferior y otro superior. Por un lado, tenemos a la mente concreta, a través de la cual analizamos el mundo que nos rodea; es académica, analítica, escrutadora, cientificista e investigadora y necesita pruebas concretas y tangibles para poder comprender los acontecimientos como “reales” y creíbles.  Por otro lado, la mente abstracta actúa vía los impulsos egoicos y su campo de estudio va mucho más allá de las ciencias exotéricas o profanas, pues aborda cuestiones inherentes a los mundos inmanifiestos para la mente concreta. Es así, que estamos en presencia, entonces, del Alma o Ego que no pertenece al estrato del yo inferior, pero actúa sobre este, cuando la personalidad comienza a prestarle atención.
  
El Alma es autoconciencia, por lo que es en sí armonía y unidad. La conciencia de Alma no concibe las dualidades oscilantes y que se repulsan, ni la separatividad; el alma es una unidad en sí misma y una unidad con todas las almas. Otra de sus características es la serenidad; aquí no hay ni exaltación ni depresión, pues es un observador silencioso que trabaja por y para la iluminación del mundo, es decir, que trabaja como disipador del espejismo.


La morada del Alma es el cuerpo causal: en realidad no podemos decir exactamente que sea un “cuerpo”, como cuando hablamos de los cuerpos constituyentes del yo inferior, sino que es un centro, ya que es inmutable desde el punto de vista de la mutabilidad periódica de la personalidad, inmersa en el ciclo de reencarnaciones. 

El cuerpo causal, sin embargo, se desvanece cuando sobreviene la cuarta iniciación, pues su trabajo ha sido ya realizado.
Desde el cuerpo causal tenemos los tres átomos permanentes: el átomo átmico permanente, el átomo búddhico permanente y el átomo mental permanente. Cada uno de ellos tiene características propias, a saber:

el átomo átmico permanente es la representación de la voluntad espiritual;
el átomo búddhico permanente es la representación de la intuición;
el átomo mental permanente es la representación de la mente abstracta o superior.

Cuando de los tres tenemos por resultante la síntesis o tríada unificada, nos percatamos de la Mónada, ya que los tres son su forma de expresión. Tengamos en cuenta que un átomo permanente es un centro de fuerza a cuyo derredor se forman las envolturas de la Mónada.

Los tres aspectos de la Mónada son: la voluntad-poder, el amor-sabiduría y la inteligencia activa.

Como hemos visto, el ser humano es una entidad evolucionante y dinámica, cuyo objetivo final es la síntesis en la Mónada; pero para que esto sea una realidad, deberá primero integrar su personalidad y alinearla con el Alma; así, al realizar la autoconciencia, seguirá elevándose hasta alcanzar, imbuirse y resumirse en la Mónada.
  
Bibliografía consultada:

El Alma, la Cualidad de la vida – Alice A. Bailey – Ed. Kier
Reflexionen sobre esto – Alice A. Bailey – Ed. Kier
Iniciación Humana y Solar – Alice A. Bailey – Ed. Kier

El Aprendiz y sus Misterios – Jorge Adoum – Ed. Kier

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